lunes, 9 de septiembre de 2013

> El vino de la rosa


Un idilio prolongado
                        
            Como dos amantes destinados a encontrarse una y otra vez a lo largo de la vida, del mismo modo, rosas y viñedos entrelazan sus destinos. El rosal y la vid constituyen una sociedad ideal. Comparten características, necesidades y expresiones.
            Ya en la antigua Persia existía la costumbre de beber los duros y agrestes vinos de la época mezclados con esencia de rosas para mejorar su sabor. En la mayoría de los viñedos de todo el mundo, se plantan rosales en las cabeceras de cada filar de vides. Evidentemente tiene un componente estético, pero también obedece a una atávica tradición, mitad religiosa y mitad científica.
            Hacia la mitad del siglo XIX se produjo en Borgoña (Francia) el primer brote de una temible enfermedad de origen fúngico llamada oidio. Este hongo procedente de Bélgica, amenazó muy seriamente el cultivo y la elaboración de vino a lo largo y ancho de toda Europa. En aquella época la mayor parte de los viñedos se encontraban en torno a los monasterios, para asegurar así la producción del vino de misa. Algunos monjes cistercienses, estudiosos de los suelos y los cultivos, decidieron por alguna razón desconocida plantar rosales cerca de los viñedos y descubrieron algo muy curioso. Observaron que algunas enfermedades que afectaban a los rosales, como el oidio, el mildiu o la araña roja, más adelante terminaban afectando a las vides. Las rosas se comportaban como biosensores de las uvas. Permitían anticipar las infecciones y lograr una detección precoz de las mismas, para poder realizar la aplicación de tratamientos preventivos. Puede decirse que las rosas eran y son los guardianes de los viñedos.
            En la actualidad existen múltiples métodos de control en los viñedos, pero aún así se sigue, tal vez obedeciendo aquel rito ancestral, plantando rosales en los viñedos. Son numerosísimas las variedades de rosas empleadas y sus nombres no dejan de teñir de romanticismo el eterno noviazgo entre el rosal y la vid: Pharaon, Mister Lincoln, Víctor Hugo, Heidelberg, Don Juan, Perle Noir…Pura belleza.


Una elección poco habitual

            Todo comenzó mirando la etiqueta. La imagen de Duquesa de la Victoria Crianza 2010 de Bodegas Valdelana (Elciego) unifica todos los elementos que habitualmente no nos gusta ver en la etiqueta de una botella de vino. Detestamos encontrar objetos, personas y colores llamativos. Suelen atraernos etiquetas más clásicas, con escudos, rejas, litografías de viñedos o bodegas, colores dorados, plateados, negros… Justamente lo contrario a la etiqueta de este vino.
            Si la finalidad de una etiqueta es llamar la atención, definitivamente ésta lo logró por completo. Lo nuestro fue un flechazo. Y al tacto siguieron las sorpresas: las letras que conforman el nombre del vino están en relieve y, todavía más en relieve, la rosa roja que es la seña de identidad de la etiqueta, dando la sensación de haber sido pintada a mano con un pincel. Un efecto precioso, lleno de plasticidad.
            La contraetiqueta no aporta notas de cata, lo preferimos así, aunque sí nos proporciona otros datos de interés como variedades de uva utilizadas en la elaboración, tiempos de crianza, temperatura recomendada de servicio y sugerencias de maridaje. La cápsula imita cromáticamente el rojo de la rosa y, al igual que el corcho, es de una calidad media acorde al precio de la botella.
            Finalmente, un motivo más para la elección del color rojo, es el hecho de que parte de la producción de Duquesa de la Victoria Crianza 2010 está destinada a la exportación, según nos informó Juan Jesús Valdelana, enólogo y propietario de Bodegas Valdelana, siendo China uno de sus principales destinos, y se da la circunstancia de que en aquella cultura milenaria el color rojo representa la felicidad y la alegría.
            El nombre del vino hace referencia a un personaje histórico, Doña María Jacinta Martínez de Sicilia y Santa Cruz, Duquesa de la Victoria, esposa del General Espartero (1793-1879), militar, político y héroe de la Primera Guerra Carlista, y posteriormente regente durante la minoría de edad de la reina Isabel II. El General Espartero se retiró a Logroño donde falleció, y en esa ciudad todavía existe una calle dedicada a su esposa, la Duquesa de la Victoria.





Cata y maridaje

            El color del Duquesa de la Victoria Crianza 2010 es un rojo cardenalicio con ribete teja. Lágrima escasa levemente pigmentada. En nariz se detectan cueros y algún tostado. Especias y aromas lácticos. En boca pueden apreciarse taninos amables, nada incómodos. Alcohol y acidez medias. Postgusto corto, tal ves escaso para un crianza. Gran predominio de aromas y sabores de la crianza sobre la fruta. Ideal con quesos, legumbres y embutidos. No tanto con carne y menos aún con pescado. Un Rioja muy clásico de los de toda la vida y agradable de tomar. Disgustará no obstante a los amantes de los vinos modernos. Un dato curioso: nos gustó más la segunda mitad de la botella y particularmente las últimas copas.

            Habrá que esperar a ver cómo evoluciona en botella, aunque la casi total ausencia de aromas frutales permite aventurar una vida larga. Puede ser que con el paso del tiempo no gane en atributos, pero es seguro que conservará íntegros los que tiene.


Conclusiones

            Resulta chocante que una botella con una imagen tan actual dé cobijo a un crianza de corte tan clásico en todas las fases de la cata. Cabría esperar mayor notoriedad de la fruta y quizás algo menos de aromas propios de la crianza.

            Estamos ante un vino de plena confianza. Es un vino, podríamos decir, como de la familia. Con una buena relación calidad/precio, no debe faltar nunca en nuestra casa. Sin grandes ambiciones es un vino de sobra correcto.

            Y todo por una rosa…



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