lunes, 9 de septiembre de 2013

> Vinos con alma (I)


Una escapada a la Rioja Alavesa


            El enoturismo está en alza. Y sin duda uno de los mejores destinos sigue siendo La Rioja. Aunque para ser precisos en esta ocasión nos desplazamos un poco más al norte, saliéndonos de los límites de la comunidad autónoma riojana para adentrarnos ligeramente en Álava, sin abandonar la Denominación de Origen de La Rioja. En algo menos de dos horas desde Zaragoza llegamos a Elciego, pequeña villa con numerosas bodegas, algunas gigantescas como Marqués de Riscal, pero otras diminutas, desconocidas, invisibles… pero encantadoras. Nos alojamos en una de ellas, Bodegas Valdelana, en su recién estrenada casa rural de habitaciones pequeñas pero completas y acogedoras.


            Valdelana: la tradición

            Viticultor-bodeguero. Así figura en el letrero sobre la entrada de su bodega-museo y en sus cajas de embalaje. Juan Jesús Valdelana es la cabeza visible de esta bodega familiar, enólogo y representante de la cuarta generación. Cercano y amable, de hablar pausado y agradable, ha tomado el relevo de su padre al frente de la bodega y parece estar dispuesto a ceder el testigo en beneficio de su hija.
            Juanje, como todos le llaman, nos acompañó en parte de la visita, fue el responsable de la proyección de un audiovisual y nos trasladó personalmente en su vehículo a visitar unos viñedos propios en las afueras de Elciego, situados en lo alto de una colina sobre un meandro del río Ebro, con unas vistas magníficas. Precisamente en ese viñedo es donde realiza periódicamente una de las actividades que más nos llamó la atención: el maridaje estelar.

           
          Valdelana organiza con regularidad actividades cuando menos originales, complementarias a la visita de su bodega-museo del siglo XV. Aparte de cursos de iniciación a la cata, realiza por ejemplo, maridaje de vinos con pinchos, maridaje de vinos con música clásica y… ¡maridaje de vinos y estrellas! Según nos relató Juanje, la actividad consiste en acceder durante el anochecer a un viñedo sobre el meandro del Ebro, y con la ayuda de un programa informático, “capturar” la imagen de cuatro estrellas en concreto (Estrella Polar, Arquero, Altair y Vega), dichas imágenes se proyectan en una pantalla mientras se narra una leyenda de la mitología grecorromana relativa a cada una de dichas estrellas, y con cada estrella se marida un vino de Bodegas Valdelana. Muy curioso.
            Charlando después con Juanje, nos hizo hincapié en lo que él denomina el “valor añadido” del vino. Su familia lleva cultivando viñedos y haciendo vino desde hace cinco siglos, pero en los tiempos actuales no es suficiente hacer buen vino. Con unas buenas uvas y unos correctos protocolos de elaboración casi cualquiera con un mínimo conocimiento enológico puede hacer buen vino. El mercado pide algo más, algo distinto y diferenciador. Por ejemplo, en los últimos años Valdelana ha realizado un gran esfuerzo para configurar las etiquetas de sus botellas en idioma Braille, incorporando toda la información de etiqueta y contraetiqueta, y haciéndolo además con un diseño atractivo, a la vista y al tacto: papeles de seda italianos, etiquetas con nácar, pinturas en relieve, etc. Atracción en estado puro. Ver una etiqueta de Valdelana invita a tocarla. Tocarla invita a abrir una botella. Y abrirla ya se sabe a lo que invita.
            Iniciamos la visita del museo bajando por un laberinto de túneles de piedra, los cuales sin mucho orden nos llevaron de una estancia a otra. Estas estancias subterráneas son los denominados “calados”, lugares donde antiguamente se elaboraba y almacenaba el vino, ya que permitían mantener constantes temperatura y humedad durante todo el año. En la actualidad, con la excepción de las bodegas familiares como las que visitamos en Laguardia en un viaje anterior, la mayor parte de los calados tienen un uso turístico. En Valdelana los calados han sido transformados         en un museo etnográfico, donde podemos observar fósiles, animales disecados, restos arqueológicos, antiguas herramientas, maquinaria agrícola y vitivinícola, pero destaca por encima de todo, una magnífica colección de fotografías antiguas, en algunas de las cuales fueron retratados familiares y antepasados de la familia Valdelana. Un viaje en la historia bajo tierra.
            No faltó en la visita el recorrido por el túnel de los sentidos (vista, olfato, etc) para ir educando nuestra mente para la inminente cata. La cata se realizó en la propia tienda y a lo largo de la misma se pudo degustar un aceite, un vino blanco, un vino tinto joven y un crianza. Nos resultó curiosamente agradable el blanco, más incluso que otros catados meses atrás (Cune Monopole). El tinto jóven lo calificamos como correcto y el crianza como muy interesante. Los toques de madera de este último resultan novedosos, tal vez por la incorporación del roble ruso en la fabricación de las barricas hasta ahora elaboradas exclusivamente con roble francés y americano.
            La tienda es amplia y rica, no sólo en vinos como es de esperar, sino también en otro tipo de artículos, como la joyería-bisutería, los elementos de menaje o el aceite de oliva, procedente también de olivos propios. Después de algunas dudas resueltas amablemente por Juanje, nos decidimos y adquirimos unas botellas de Ladrón de Guevara Crianza 2010, vino ganador en la Fiesta de la Vendimia y designado como proveedor de la Casa Real Española durante 12 meses. No será mal vino si se sirve a diario en el Palacio de La Zarzuela.
            



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