jueves, 15 de mayo de 2014

> Vinos de autor





Los denominados "vinos de autor" obedecen a la búsqueda de la propia libertad. 

Este concepto, a día de hoy quizás demasiado empleado, surgió hace ya unos años como vía de escape para aquellos productores que, por iniciativa propia, decidieron empezar a elaborar algunos de sus vinos al margen de las directrices de las denominaciones de origen. Las divergencias con las estrictas normas de los consejos reguladores, en relación con las variedades de uva autorizadas, las técnicas de vinificación y sobre todo los periodos obligatorios de maduración en barrica y botella, fueron la principal causa que impulsó la proliferación de los "vinos de autor".

En la mayoría de las ocasiones, las bodegas que se lanzaron a crear estos vinos diferentes, fueron productores con viñedos pequeños de gran calidad, cuyos productos en el marco de la denominación de origen suponían una cuota de mercado ínfima, abrumados por los miles de botellas que las grandes bodegas ponían en circulación cada año. Optaron por la calidad antes que por la cantidad. Apostaron por la excelencia, pero se toparon con la rigidez de las normas de los consejos reguladores (tales variedades de uva, tantos meses en barrica, tantos meses en botella, etc). 

Hablaremos a continuación de tres vinos de autor, pertenecientes a la DO. Rioja. Dos de ellos podrían calificarse como "crianzas" pero no lo son, y el último como "reserva", pero tampoco lo es. De hecho llama la atención que las etiquetas o precintas del consejo regulador que figuran en dichas botellas sólo informan de la añada. En sentido estricto son vinos distintos, con personalidad definida, alejados de lo que esperamos encontrar en un crianza o un reserva al uso. A quien se esté preguntando si son mejores o peores, sólo podemos decir que son diferentes. No hace mucho que escuchamos una frase para definir los tipos de vino: "el que nos gusta, el que no nos gusta y el que todavía no hemos probado". Está todo dicho.


Egomei 2008


Elaborado por Finca Egomei (Alfaro) en la subzona de Rioja Baja, en base a un 90% de uva Tempranillo y un 10% de uva Graciano, madura un total de 14 meses en barrica y 6 meses en botella. Incumple, por tanto, las normas de la DO. Rioja en cuanto a permanencia en botella para ser calificado como "crianza". 

Visualmente presenta una altísima capa muy picota con menisco granate. Lágrima bien pigmentada, abundante y densa. En nariz predomina la fruta negra muy madura. Aromas mentolados, como de caja de puros. Ciruelas e higos. Clavo y nuez moscada. Taninos perfectamente integrados. Muy redondo. Riquísimo.



Cincuenta 2010

Bodegas Eguren Ugarte (Páganos-Laguardia) en Rioja Alavesa son las responsables de este monovarietal de Tempranillo, elaborado con uvas procedentes de viñedos de más de cincuenta años. Envejece en barrica de roble francés durante 14 meses para luego pasar en botella 6 meses más.

Picota de capa media y ribete azulado-violáceo, muy bien cubierto. Lágrima media muy pigmentada. Nariz seria, incluso a copa movida, con explosión de frutas negras (moras) y regaliz. Mineral y láctico en boca. Taninos presentes "muy Eguren" redondos y modulados. En boca resulta sedoso, grande, cremoso y lácteo. Postgusto largo, larguísimo, muy rico y especiado. Un gran vino y un regalo para los sentidos.




Señorío de Cuzcurrita 2004

Monovarietal de Tempranillo elaborado por Bodegas Castillo de Cuzcurrita (Cuzcurrita del río Tirón) en la subzona de Rioja Alta. 12 meses de barrica y 24 de botella antes de salir al mercado. Sigue las indicaciones del consejo regulador en cuanto a envejecimiento y variedad de uva. Ignoramos el motivo por el que no es calificado como "reserva", quizás alguna técnica de elaboración.

Rojo picota de capa alta y menisco teja, bastante evolucionado. Fase olfativa con predominio de frutos rojos y negros, orejones y tabaco rubio. Fase gustativa redonda y elegante. Eterno postgusto sabroso y especiado. Fantásticamente conservado. Magnífico vino de hace una década. En plena forma. 




La degustación de cualquier "vino de autor" es una delicia. Antes de probarlos cada persona en su fuero interno espera encontrarse unas sensaciones, que luego pueden ser acertadas o no. Esa incertidumbre previa resulta muy estimulante. Durante la cata, en especial si ésta resulta satisfactoria, el disfrute es absoluto: cada vino de autor es único, las apreciaciones son muy personales y permiten gozar sin límite. La peor parte viene una vez que lo hemos terminado, porque muy habitualmente no se tiene acceso a nuevas botellas, casi siempre proceden de obsequios o son rarezas en sí mismas y es prácticamente imposible adquirir nuevas unidades, de manera tal que al apurar una botella con la que hemos disfrutado, es inevitable que nos asalte cierta tristeza, pues entra dentro de lo probable que jamás volvamos a catar ese vino.

Sólo la búsqueda de nuevos vinos puede devolvernos la ilusión.

Y en ello estamos...



lunes, 5 de mayo de 2014

> Tintos de Liébana (Cantabria)


Picos de Europa



En la última década se ha producido el resurgimiento de los vinos tintos atlánticos españoles. Ribeira Sacra (Galicia), Cangas del Narcea (Asturias) y Valle de Liébana (Cantabria) llevan algo más de diez años esforzándose en recuperar la elaboración de este tipo de vinos, tan complicada en latitudes septentrionales, de pluviometría elevada y con escasa insolación media anual.

Como en muchos otros lugares, históricamente el cultivo de la vid en esta zona geográfica vino de la mano de los monjes, quienes plantaron hacia el siglo XIII las primeras cepas en el entorno de los monasterios y abadías. La variedad predominante es la Mencía, que se cree emparentada con la Cabernet francesa "importada" desde el país vecino merced al comercio desarrollado al calor del Camino de Santiago, aunque en Ribeira Sacra también existen viñedos de Trousseau, otra variedad francesa típica de la región del Jura, que en España se ha denominado como Merenzao o Maturana Tinta.

Vendimia manual


En la parte más occidental de Cantabria, el valle de Liébana goza de un microclima excepcional y único en la región. Su orientación sur-norte, protegido por los Picos de Europa de los azotes de los violentos frentes atlánticos, le confiere un clima casi mediterráneo, y permite el cultivo de olivos, alcornoques, limoneros y (evidentemente)... vides. A pesar de ello, el cuidado del viñedo no resulta sencillo. Muchas plantaciones se encuentran no ya en terrazas como en la zona de Oporto, sino directamente en laderas, algunas de notable inclinación, lo que impide la mecanización más elemental. El cultivo por tanto, se realiza de manera totalmente manual, y lo mismo puede decirse de la poda, vendimia y demás labores. Otro inconveniente es la irregular insolación, bien por la orientación bien por la climatología, de modo que cada añada es todo un reto desde el punto de vista madurativo. 

Picos y Picos Roble


Durante los últimos siglos, en Liébana el cultivo de la vid se ha orientado a la producción de aguardiente de gran calidad, capaz de rivalizar con el más afamado orujo gallego, para lo cual se ha venido utilizando las cepas viejas de Mencía e incluso algunas de Palomino. Sin embargo hacia el año 2000, unos cuantos productores de la zona, románticos y valientes, decidieron iniciar la producción de vinos tintos de calidad. La primera añada que salió al mercado fue la de 2006, muy prometedora para ser un vino novel, a cargo de la Compañía Lebaniega de Vinos y Licores, cuyas minúsculas aunque bien equipadas instalaciones ocupan una "casuca" en Cabezón de Liébana, cerca de Potes, centro neurálgico del Valle de Liébana. En la actualidad elaboran un roble, Picos de Cabariezo, casi monovarietal de mencía y un tinto joven fruto de un coupage de mencía, tempranillo y garnacha. En algunas añadas se ha incorporado minoritariamente uva de otras castas foráneas como Syrah o Merlot.

Algo más tarde se sumó una nueva iniciativa empresarial, Bodega Río Santo (Cillorigo de Liébana), que elabora un único vino con gran personalidad, el Lusía, a base también de mencía con un aporte de tempranillo y breve crianza posterior en barrica mixta de roble, curiosamente de 500 litros de capacidad, en lugar de la habitual barrica bordelesa de 225 litros, con la finalidad emulsionar los aromas y sabores del vino minimizando el aporte de madera para obtener una mayor carga frutal en el mismo. La última incorporación a la escasa oferta vinícola de Liébana ha sido el Ángel Moreno Roble, otro monovarietal de mencía elaborado por la otra gran empresa licorera de la zona, Orujo de Potes-Sierra del Oso, de características organolépticas similares aunque menos introducido en el mercado.


Ángel Moreno Roble

Los expertos se aventuran a pronosticar un exitoso futuro a estos "Vinos de la Tierra de Liébana", siempre y cuando se mantengan fieles a la expresión del terruño, huyendo de los incrementos de producción de uva que a la larga terminan por desvirtuar la calidad de los vinos. Los suelos en Liébana son pobres, pizarrosos, con poca capa orgánica y exactamente esa es la clave del éxito, el control en sus índices productivos. Viñas viejas, bien orientadas para asegurar la exposición al sol y una correcta maduración del fruto, vendimia manual y selección de racimos en el viñedo, cosechas controladas, elaboración cuidadosa y crianza en barrica de madera adecuada y durante el tiempo correcto. Por el momento, los tiempos de permanencia en barrica empleados son breves, como máximo 12 meses, ningún productor de Liébana se ha aventurado a intentar elaborar un vino con más crianza, a diferencia por ejemplo de algunos vinos a base de mencía de El Bierzo o Ribeira Sacra, zonas estas últimas donde cada vez es más habitual encontrar vinos con más de un año de envejecimiento en roble.

El resultado final son unos vinos visualmente preciosos, bien cubiertos, con ribete azulado o violáceo, identificativo de su juventud. En nariz son complejos e intensos, frutales, con predominio de los frutos negros, con recuerdos animales y de bosque húmedo. En boca son potentes, golosos, grasos, minerales, largos, algo herbáceos y con acidez equilibrada.

Estamos ante una zona emergente. Una docena de años no es nada en cuanto al desarrollo vitivinícola se refiere, especialmente si lo comparamos con los cientos de años que llevan desarrollándose vinos en otras áreas. Pero quizás este sea su principal atractivo, la aventura, el descubrimiento y, por qué no decirlo, el riesgo que supone desarrollar un cultivo y elaborar un vino, venciendo la resistencia que la tradición y la naturaleza se empeñan en oponer. Tal vez en unos años, algún crítico internacional de gran influencia ponga sus ojos en los tintos de este escondido rincón del norte de España, y los vinos de Liébana pasen a ser alabados por el público y logren multitud de premios en concursos especializados. 

En ese momento, alcanzaremos una doble satisfacción. En primer lugar, por el reconocimiento a aquellos soñadores que hace más de una década decidieron comenzar a elaborar vinos de calidad en las laderas de los Picos de Europa. Pero también por nosotros mismos, porque podremos decir satisfechos, que fuimos pioneros en ensalzar los tintos del Valle de Liébana. 




Tintos lebaniegos