martes, 23 de septiembre de 2014

> Las entrañas de la Tierra




En nuestra última estancia en tierras cántabras durante el pasado mes de agosto, cortesía de unos muy buenos amigos (gracias, chicos) decidimos visitar una de las atracciones turísticas más maravillosas de la región: la cueva de El Soplao.

Gestionada por el Gobierno de Cantabria a través de la sociedad Cantur (al igual que el Parque de Cabárceno, el teleférico de Fuente De y la estación de esquí de Alto Campoo), la visita a El Soplao se realiza previa reserva de plazas, bien on line bien por vía telefónica. El acceso está bastante bien indicado y la carretera, aunque sinuosa, tiene un firme y un trazado correctos. El aparcamiento es amplio y las instalaciones (taquillas, cafetería, tienda y sala de espera) resultan funcionales y cómodas.

Lo virado del trayecto, unido a algún ligero exceso cometido la noche anterior por alguno de nosotros (concretamente, un servidor) causó, por decirlo suavemente, alguna incomodidad orgánica y/o malestar pasajero. Sólo la educación y el autocontrol del que suelo hacer gala, me impidieron provocar un desastre en el interior del vehículo de nuestros amigos, lo cual hubiera sido una pena, tan limpio y perfumado como acostumbran a llevarlo, amén de que podría haber sido motivo para truncar una amistad que se supone inquebrantable. Por fortuna nada de eso ocurrió, y conseguí llegar al aparcamiento de la cueva conservando el desayuno en el interior de mi estómago, y lo que es más importante, la tapicería del coche de mis amigos impoluta, aunque bastante mareado. Tras un rato de reposo bien expuesto al fresco aire de la montaña y tras la ingesta recuperadora de un refresco (estupendamente aconsejado por mi querida esposa), conseguí volver a sentirme más o menos normal.


Acceso el tren. Al fondo la entrada a la cueva.


Superado el trance anterior, y después de dar unas vueltas por la tienda para hacer tiempo, accedimos al andén del trenecito que se emplea para entrar en la cueva. Una vez dentro, el resto de la visita se realiza a pie y siempre en compañía de una guía. Conviene ir bien pertrechado, pues la temperatura en el interior es baja, en torno a los 10-12ºC, y apenas sufre variación de invierno a verano. Un visitante con atuendo veraniego, bermudoso y chancletero, no lo pasará bien. Es posible realizar dos tipos de visita: turística y de aventura. La primera es apta para todo el público, incluso para personas con movilidad reducida, dado que el interior está perfectamente adaptado. La visita de aventura debe realizarse con material especial (mono, casco y botas) que se le proporciona al visitante en las mismas instalaciones de acceso y, aunque tampoco requiere de una preparación física especial, sí que es algo más exigente, pero tiene el encanto de visitar zonas de la cueva menos transitadas y más auténticas.


Interior de la cueva de El Soplao. Fuente: www.spain.info


La cavidad de El Soplao fue descubierta accidentalmente por los mineros que trabajaban en la explotación La Florida hacia 1910, al poco tiempo de iniciar la extracción subterránea de mineral de plomo y zinc, como expansión de dicha compañía minera que ya llevaba operando a cielo abierto en la Sierra de Arnero desde finales del siglo XIX. Afortunadamente la preciosa cueva que hoy en día podemos admirar, fue respetada por la empresa y sus trabajadores, tal vez maravillados por su belleza, y salvo por pequeñas zonas de almacenaje de escoria y otros materiales, se ha conservado prácticamente intacta hasta nuestros días. Sorprenden sus dimensiones, su longitud, pero en especial su altura. La labor del agua filtrándose durante miles de años, horadando la roca y cristalizando el carbonato cálcico ha diseñado un delirio de estalactitas, estalagmitas, coladas, columnas y otras estructuras con formas y tamaños verdaderamente inusuales. Entre todos los fenómenos kársticos presentes en El Soplao, el más destacable es la abundancia de estalactitas excéntricas, que es como se denominan a aquellas que se forman en contra de la ley de la gravedad y para las cuales los expertos no alcanzan una explicación científica consensuada. Como guinda del delicioso pastel que es El Soplao, en 2008 se descubrió un yacimiento paleontológico de ámbar riquísimo en insectos y fósiles, cuya investigación se encuentra apenas en sus primeras fases.

Muestra de ámbar extraído en El Soplao


Concluida la visita y aún con el cuerpo algo destemplado, nos desplazamos al cercano pueblo de Carmona, donde habíamos reservado para comer en la Posada El Puente. Esta posada es un restaurante familiar, cercano, de confianza... Uno de esos pocos sitios que quedan en los que te dejan el puchero con el cazo para que te sirvas y además te animan a repetir. Un discreto letrero advertía de que las tarjetas de crédito no eran bien recibidas por allí (sabia decisión, sí señor) y exhortaba a comer satisfactoriamente y a abonar el importe en efectivo. La comanda era anotada por un señor de camisa remangada o por una señora con delantal, indistintamente. Como el fresco de la cueva se resistía a abandonarnos, tres de nosotros pedimos sopa casera de pollo, y desde luego conseguimos entonarnos. El único disidente del puchero de sopa, evidentemente el menos friolero, pensó inicialmente en pedir un revuelto de morcilla, pero al final cambió de parecer y creyó oportuno tomar unos espárragos. De segundo, dos de nosotros tomamos chuleta de vaca a la parrilla, y los otros dos optaron por unos escalopines en salsa de queso picón de Bejes-Tresviso. Para quien no conozca este tipo de queso, se podría decir que recuerda al queso de Roquefort, pero sería faltar a la verdad. Se parece más a su vecino asturiano, el queso de Cabrales. Si alguien en su casa, en el interior de su nevera, en un recipiente hermético, tiene un queso picón de Bejes-Tresviso, con total seguridad se enterará hasta el último vecino de la comunidad. Es un queso magnífico, pero debe tomarse con mesura. Invita además a tomarlo con vino, lo cual no deja de ser una virtud.

Mesa y comensales esperando la comida


Por cierto, el vino... Elegimos un Añares Crianza 2011 de Bodegas Olarra, un poco falto de refrigeración, pero tampoco a la señora aquella del delantal se le podía pedir más.

Botella bordelesa de color verde aceituna. Corcho colmatado. Cápsula de calidad media. Etiqueta clásica bicolor (blanca y verde), caligrafía dorada con escasa información: nombre del vino, bodega, añada y denominación de origen. Contraetiqueta también escueta pero suficiente: variedades de uva empleadas, contenido en alcohol y nada más. No acostumbra Bodegas Olarra a extenderse en exceso en el texto de etiquetas y contraetiquetas, prefiere que el consumidor saque sus propias conclusiones de cata y maridaje. En la etiqueta se incorpora información acerca de dos galardones logrados por este vino, así como el premio conseguido por Bodegas Olarra en 2013.

Visualmente presenta un color rojo rubí con menisco entre malva y teja. Limpio y brillante. Capa media y lágrima generosa algo pigmentada y de rápida caída. Incluso a copa parada despliega aromas a frutas rojas, vainilla y notas de crianza en roble. Frutos secos y especias blancas. Algo ácido en boca, está sin embargo bien equilibrado, de trago largo y fácil. Muy integrado. Paladar redondo y sin aristas ni resaltes incómodos. Largo postgusto, sorprendentemente prolongado y ligeramente amargo pero muy agradable.

Añares Crianza 2011


Detalle de la etiqueta

Después de comer, aunque la tarde estaba nublada, decidimos dar un paseo por el pintoresco pueblo de Carmona. Sus calles empedradas, sus casas construidas siguiendo el estilo tradicional del valle, sus balcones y flores, invitaban a ello. El silencio, apenas roto por alguna conversación o un breve saludo entre vecinos y turistas, parecía animar a no marcharse de allí. De repente, nos dimos cuenta de que faltaba uno de nosotros. Tampoco es que fuera motivo de preocupación pues el pueblo es pequeño. Ya nos encontraríamos. Y así fue. Al poco rato dimos con nuestro amigo que salía del interior de la posada en la que habíamos comido. Pensamos que tal vez habría vuelto a tomar un café o algo de beber antes de emprender el viaje de regreso, pero tras un par de respuestas algo evasivas, por fin confesó el motivo de su breve desaparición. Al parecer, el encuentro a nivel gastrointestinal de los espárragos con el queso picón, había tenido unas consecuencias imprevistas, no del todo agradables, diríamos mayormente de carácter descompresivo. Ciertas urgencias digestivas le habían llevado a regresar al restaurante, no para visitar el comedor ni la cocina, sino más bien otras dependencias menos interesantes y creativas, digamos más mundanas y terrenales. Ignoramos qué habría acaecido si, en lugar de los espárragos, hubiera pedido el revuelto de morcilla...



Arquitectura tradicional en Carmona

Echando la vista atrás, no son pocas las cuevas que hemos visitado en los últimos años. Las Grutas de Cristal en Molinos (Teruel), las de Ortigosa de Cameros (La Rioja), la Cueva de San Miguel en Gibraltar... y una vez que tras la visita hemos salido de nuevo a la luz del sol, siempre nos maravilla la paciencia con la que la naturaleza genera esa belleza subterránea. En ese submundo el tiempo se detiene, discurre a un ritmo, lento, cadencioso, pausado... Nada importa, nada es urgente. Esa gota de agua que pende de la estalactita puede tardar una eternidad en caer, porque la siguiente gota tampoco tiene prisa por hacerlo. Deberíamos reflexionar y analizar si verdaderamente merece la pena que nuestra vida sea una constante carrera para alcanzar la siguiente etapa, el siguiente reto, el siguiente objetivo. Tal vez deberíamos emular a la gota de agua y disfrutar de cada momento y de cada situación, menos pendientes del reloj y del calendario.





Nota 1: Como se puede comprobar, las imágenes del interior de la cueva no son propias, ya que está prohibido realizar fotografías con flash.

Nota 2: Es sencillo deducir que aquella noche cenamos más ligero, por razones obvias. Sobre todo alguno...

Nota 3: En memoria del recientemente fallecido Robin Williams, su escena quizás más célebre.


martes, 16 de septiembre de 2014

> El sexo de los vinos


Mina y Odín, acaramelados en un momento íntimo



La D.O. Somontano es la más septentrional de las denominaciones de origen aragonesas y la única situada en la provincia de Huesca. Se extiende a lo largo de una franja de territorio en sentido este-oeste justo al sur de la cordillera pirenaica en su parte central y oriental, ubicación geográfica que otorga unas condiciones climatológicas privilegiadas para el cultivo de la vid. Ya desde sus inicios en los años 80 del pasado siglo, la D.O. Somontano nació con un marcado carácter internacional y de exportación, en cierto modo por obligación, consecuencia directa de la dificultad comercial para hacerse un hueco en el mercado nacional, por aquel entonces dominado mayoritariamente por la D.O. Rioja, quizás con la única excepción de una incipiente D.O. Ribera del Duero prácticamente embrionaria.

La tradicional vocación internacional de la D.O. Somontano tiene su origen en la plaga de filoxera que a finales del siglo XIX arrasó el viñedo centroeuropeo, huyendo de la cual algunos bodegueros franceses emprendieron un éxodo hacia el sur, a este lado del Pirineo, donde echaron sus raíces y las de sus viñas, las cuales encontraron rápido acomodo en esta fértil tierra oscense. Como es lógico, en su equipaje se trajeron plantones de vides de variedades foráneas (cabernet, merlot, chardonnay) que fueron las primeras en emplearse en los nuevos viñedos. Más tarde fueron llegando otras variedades internacionales (syrah, pinot noir, riesling, gewurztraminer), y lo más curioso es que la mayoría de ellas han logrado una aclimatación magnífica en el Somontano, y es que en Aragón todo visitante es siempre bien recibido.

Como coloquialmente se dice, no es posible hacer una tortilla sin romper los huevos, así que la principal consecuencia negativa del empleo de variedades internacionales de uva fue el abandono de variedades autóctonas (garnacha, parraleta, etc),  uvas de escaso valor comercial a nivel internacional hace veinticinco años, pero que en la actualidad están cada vez mejor valoradas por crítica y público. De unos años a esta parte, algunas bodegas de la D.O. Somontano están intentando recuperar viñedos de variedades autóctonas que se temían incluso desaparecidas y las perspectivas son alentadoras. Por ejemplo, Bodegas Alodia elabora vinos monovarietales de las variedades parraleta, moristel y alcañón, alguno de los cuales tuvimos oportunidad de degustar hace unos meses. Asimismo, Viñas del Vero elabora desde hace años un vino estupendo, el Secastilla, monovarietal de garnacha autóctona y en la actualidad ha completado su gama con otro vino muy original y fácil de beber, ensamblaje de garnacha, parraleta y syrah, llamado La Miranda de Secastilla.


Precisamente de esta bodega barbastrense hemos tenido recientemente la ocasión de probar un vino monovarietal elaborado con una de las castas más internacionales. Se trata de la variedad Syrah (schiraz, shiraz, sirac, sirah o syra), muy difundida a nivel mundial pero de origen y ortografía poco consensuados. Es posible encontrar vinos elaborados con esta uva casi en cualquier punto del Globo, aunque destacan los de Francia y España dentro de Europa, pero sobre todo los australianos y californianos en el mercado internacional. Se trata de una variedad de ciclo largo, que necesita largas jornadas cálidas y de buena insolación. Su cultivo no presenta dificultades excesivas y permite la elaboración de vinos de calidad incluso con índices elevados de producción por hectárea. Entra a formar parte de abundantes y variados coupages en multitud de vinos, pues se trata de una uva aceptada por numerosas denominaciones de origen.


Viñas del Vero Syrah 2011


Como agradecimiento a nuestros servicios profesionales, un cliente (gracias, Manuel) nos obsequió con una botella de Viñas del Vero Syrah 2011. Dentro del catálogo de la bodega, este vino se enmarca en la denominada "Colección", una selección de vinos monovarietales (tres blancos y tres tintos) con una más que cuidada presentación y con la característica adicional de haber sido elaborados cada uno de ellos con uvas procedentes de un solo viñedo, garantizando ese detalle al incorporar al etiquetado el nombre de dicho viñedo. En el caso que nos ocupa el viñedo del que proceden las syrah de este vino se llama "Pago Las Canteras".


Detalle de la etiqueta. 


Presentación en botella bordelesa de color verde aceituna muy oscuro, corcho natural y cápsula de calidad adecuada. Etiqueta de tamaño grande y bonito diseño clásico (caligrafía, ribetes dorados) pero con toques de modernidad, como el logotipo de la bodega en la esquina superior derecha o el nombre del viñedo simulando su escritura "a mano alzada". Contraetiqueta con información relativa a la crianza en roble francés durante 10 meses, el contenido en alcochol, la variedad de uva y algún maridaje recomendado.

Una vez en la copa, el Viñas del vero Syrah 2011 visualmente es de un rojo cereza de capa media-alta con ribete granate y reflejos azulados. Lágrima media moderadamente pigmentada. En fase nasal resulta quizás poco expresivo a copa parada, con un ataque ligeramente alcohólico y recuerdos de violetas de inicio. Frutas negras, vainillas, mentolados y toques licorosos. En boca presenta una tanicidad media demasiado evidente, propia de esta variedad de uva, por este motivo preferimos la syrah en vinos multivarietales, ensamblada con una dulce garnacha, por ejemplo, resulta deliciosa. Postgusto corto especiado tal vez algo insuficiente para un vino de este nivel.


Odin y Mina, muy agradecidos


Desde el punto de vista de las características organolépticas, que nada tienen que ver con la calidad ni con las preferencias de cada uno, podríamos decir que este Viñas del Vero Syrah se sitúa a medio camino entre otros dos vinos de la Colección de esta bodega: el Merlot "El Ariño" y el Cabernet "Los Sasos". Con el primero comparte su maleabilidad, flexibilidad, abanico de aromas y posibilidades de coupage, mientras que con el segundo tiene en común sus sensaciones en boca y postgusto, su cuerpo y su elevada carga tánica. Algunos expertos hablan, y entiéndase en su justa medida, del "sexo de los vinos". Se dice que hay vinos, o más correctamente, variedades de uva que por su delicadeza, amplitud de aromas, volumen y cuerpo intermedios, son "más femeninas" (merlot, pinot noir, malbec), en contraposición a aquellas otras variedades con las que se elaboran vinos más robustos, intensos y potentes, de las que se dice que resultan "más masculinas" (cabernet sauvignon, mencía). 

Al igual que sucede en el reino animal, en el mundo de la enología también se puede hablar metafóricamente de cierto "dimorfismo sexual", con una salvedad, y es que la pertenencia a uno de los dos géneros en este caso no es excluyente, es decir, es posible ensamblar uvas de ambos "sexos" para equilibrar las características de uno con las del otro y minimizar así posibles defectos. En cualquier caso, lo más importante es el respeto a los caracteres propios de cada uno. 

Y para finalizar, un ejercicio de agudeza visual con las fotos de nuestros queridos pacientes. Por sus rasgos físicos, distribución de manchas y expresión facial... ¿Quién es Odin y quién es Mina?

Efectivamente...